jueves, 9 de septiembre de 2010

Dejaste tu poesía en mi carne.

Poesía en mi carne, sangre en mi música. Latidos pasajeros, cicatrices en la piel. Lluvia matinal, pies en el andén. Entra en mí, triste pasaje del alba, rayos que traspasan el alma, vida, muerte y sonidos del ánima. Noches nocturnas, oscuras sombras tenebrosas. Sahumerio esencia de pastos verdes y casas rojas. Verde como mi, pared roja como, mi luz verde. Tierra azul, mar de chocolate. Efimero paisaje de aves color pez. Ya vez, no hay música sin sangre ni poesía sin carne. Pasos a la par del ocaso, viaje de ríos escasos. Felicidad, buscame en la infinidad, encontrame en la sal, sacame del mal. Cuerdas al hombro, ojos de asombro, sentir, regresar. Imagen de andén, pies en el tren, lluvia de la tarde. Aroma que brilla, corazón que arde. Vuelvo a mi hogar, brisa familiar. Sin querer escapar, aferrarme a mi lugar. Arrancarme, estropeado y deslúcido de mis venas sin sueños, tu rostro alegre, brillante. Me diste música en la sangre, dejaste tu poesía en mi carne.





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