martes, 15 de mayo de 2012

Todos somos todos

La pesadilla de mi siesta fue muy distinta a todas las demás, precisamente distinta, holísticamente horrible e inoportuna, o quizás, llegó justo a tiempo. Ya no fueron ésta vez, manicomios, cirujanos, pérdidas o tragedias naturales.
Se sitúa, hace varios años.. transcurría lo que llamamos "holocausto" o en su defecto "limpiamiento de masas para establecer una raza pura (dictada por alguien que, llamandolo "loco", ofendería a cualquier interno del Borda".
¿Alguien alguna vez sintió, pero no digo entendió, digo, sintió en carne propia aquel sufrimiento?
Dejemos de lado cualquier tipo de religión.
Dejemos de lado al reloj que nos ata, porque no hay espacio ni tiempo semejante al de ahora.
Probemos quizás, trasladar nuestra ciudad que no se parece a Europa, y a nuestra casa, que no es precisamente del 1940. Poner la piel en esos años, la carne en esos días y el corazón en una noche, o tal vez dos.
Traslademos nuestros sentimientos y añoranzas, nuestros semejantes y hasta nuestros objetos.
Pensemos en una sola persona, quien haya dado a nosotros una enseñanza de vida, se puede agregar con un libro también, que nos haya enseñado algo acerca de todo.
Y con todo eso, que es apenas nada, teletransportemos nuestras lágrimas, el miedo, la impotencia, la desconcertación,
la injusticia, y por qué no, la esperanza y las ganas de vivir.
¿Quien nos dice al nacer, que debemos ser de una manera u otra para servir a la sociedad? ¿Acaso en la vida nos preguntamos
que si es que siendo quienes somos y haciendo lo que hacemos, un día pueden tirarnos a la basura como comida vieja y rancia,
como ratas en descomposición, como seres sin alma, sin pensamientos, sin sueños, vacíos?
¿Se podría imaginar cómo sería si absolutamente todo lo que tenemos, desde adentro, lo succiona una especie de máquina mounstrosa y tembile, que se rie mientras nos observa, mientras nuestra carne que ya no es nada, se vuelve un saco de huesos, espaciado por el aire que reemplaza nuestro interior, que como nuestra carne, es nada y absolutamente nada?
¿Y que queda después de eso? Porque además de ya arrebatarnos hasta el alma, también nos roban a nuestros seres queridos, todo lo que nos rodea y nos hace a uno, todo lo que construimos con tanto esmero y a lo largo de nuestras vidas, se nos saca como quien te saca la billetera en un santiamén. Nadie te ayuda, nadie te escucha, nadie siente tu dolor.
Ese dolor como cuando se choca el codo contra la puerta, pero multiplicado por cien y más en el fondo y hondo de nuestro ser, sin remedio, sin cura, un dolor interminable, inigualable.
A mi pesadilla no logro sacarla de mi cabeza y a la vez la siento como un enigma, le encuentro ciertos significados pero aún así persiste en mi memoria como un huesped dispuesto a quedarse, sin que lo sigan invitando a cenar.
Tengo ciertos recuerdos puntuales en los que me siento atrapada e invadida, completamente impotente, como con un éxamen reprobado, por el cual habías pasado los últimos 2 meses estudiando a la luz de la vela, noche tras noche (aclaro que nunca lo hice) pero multiplicado nuevamente por cien. La incertidumbre y a la vez el miedo de saber qué clase de individuos atemorizantes me esperarían allá afuera, mientras nosotros, atrincherados en lo que alguna vez había sido un hogar, esperabamos nuestra muerte en un oscuro y terrible letargo, sintiendonos ya casi en el purgatorio, en el limbo, o directamente en el mismisimo infierno.
Los abrazos ya vacíos, la tensión, el rompimiento de la conciencia y la cordura, habrán sido en parte, en base a mis conocimientos sobre ésta historia, sabiendo su final y por ende lo que nos esperaba.
Las ganas de salir y gritar que paren de una vez, o de salir silenciosamente esperando no llamar la atención, eran peleas constantes entre mis impulsos y mis pensamientos.
Las ganas de vivir de nuevo, las ganas de pensar que todo era un sueño (aunque era tan real como el fuego) se perdían entre tanta violencia injusta, entre tantas azañas innecesarias.
Esperaba mi muerte y no de manera silenciosa. Me preguntaba o enrealidad le preguntaba, a esa persona (esa que me dió una enseñanza de vida), el por qué de todo esto, en mi corta vida, ¿ Por qué tendría que terminar así? ¿Qué habíamos hecho nosotros? Eramos tratados y perseguidos como una peste, como una enfermedad sin cura, como un bicho raro y maligno, capaces de contagiar a los puros, y por eso teníamos que pagar con el fin de nuestras vidas, pero lenta y torturosamente.
Podría hacer interminable mi relato, pero precisaba que sea breve y conciso. No voy a entrar en detalles sobre los sucesos específicos que viví esta tarde en mi pesailla, me basta con que alguien pueda meterse como un intruso pero a la vez como participante, de una de las masacres más horribles de la historia del mundo. Y pueda también, analizar este suceso. Pocas veces nos ponemos a analizar las cosas que pasaron como verdades irrefutables, pocas veces o capaz nunca, nos podemos poner el papel de actores principales, en las que debemos hacer la obra tal cual existió y sin ser el espectador. Me tocó vivirlo desde una pesadilla, pero no olvidemos.. pude y pudimos, haber estado en ese lugar, en ese año y en esos días, junto a los inocentes que pelearon y sobrevivieron, a los que se rindieron luchando, a los esclavos de un maniático empeñado en desaparecerlos. ¿No era que todos somos personas, más allá de nuestra raza, lengua o religión?.


viernes, 4 de mayo de 2012

Alzo mi copa, invito a la luna y a mi sombra. Ahora somos tres. Pero la luna no saber beber y mi sombra sólo sabe imitarme.